Pruebas divinas de estrés
Hace unos años mi
papá tuvo un infarto cardiaco que casi le cuesta la vida. Gracias a Dios hoy
está completamente recuperado y saludable. Sin embargo, cada cierto tiempo sus
médicos lo chequean y parte de ese chequeo es la llamada prueba de esfuerzo o de estrés, como muchos la conocen.
Si
no estás familiarizada con el proceso, se hace en una máquina de correr
estática (caminadora) y el objetivo es determinar cuánto estrés o esfuerzo puede
soportar el corazón antes de desarrollar un ritmo anormal o que aparezcan
muestras de que no está llegando sangre suficiente al músculo cardiaco…y hasta
aquí la clase de medicina, ¿verdad?
Bueno, me puse a
pensar que a nivel espiritual nos sucede lo mismo. Dios nos va sometiendo a
“pruebas divinas de estrés” cada cierto tiempo, para ver cuán fuerte está
nuestro corazón/espíritu. Mira lo que
nos dice al comienzo de su carta el apóstol Santiago:
“Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia… para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada” (Santiago 1:2-4, NVI).
Es un
hecho que en la vida nos vamos a enfrentar a pruebas, no hay dudas al respecto.
El asunto es que muchas veces nos asustan, les tememos y si es posible, salimos
corriendo para no tener que lidiar con ellas.
Sin embargo, Santiago nos aconseja que lo veamos de otra manera, que
sean más bien para nosotros una dicha porque al final producirán un fruto
maravilloso. Tremendo reto, ¿no es cierto?
Hubo un joven una
vez, llamado José, que tuvo que pasar por un sinnúmero de pruebas de estrés. Él
tenía la promesa de Dios de llegar muy lejos y hacer cosas grandes, pero en el
camino, mientras Dios lo preparaba para esa misión, las pruebas divinas de
estrés abundaron en la vida de José, desde ser vendido como esclavo, por su propia
familia, hasta acabar en un calabozo egipcio. Creo que eso es bastante para
producir un ritmo anormal en cualquier corazón, pero José resistió y el final
fue grandioso. La prueba produjo en José constancia, y venció. ¡Y llegó a ser
todo lo que Dios había soñado para él!
Pareciera
paradójico pensar que una prueba de estrés, como las tantas que nos llegan a la
vida (pérdida de un empleo, tu esposo te abandona, los hijos andan
descarriados, el dinero no alcanza…etc.) pueda producir paciencia, cuando en realidad
lo primero que solemos perder es la paciencia.
¿Cómo entonces nos dice Dios en
su Palabra que nos consideremos dichosas al pasar por las pruebas y que nos
darán constancia, de tal modo que llegaremos a ser perfectas e íntegras? La
respuesta está en los versículos que siguen en la carta de Santiago:
“Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie” (Santiago 1:5, NVI).
¡Dios nos dará la sabiduría para
pasar la prueba, cuando no sepamos cómo!
Recuerda que las pruebas tienen su
blanco puesto en nuestra fe, en cuánto realmente confiamos en Dios. José
confió, esperó, resistió. El gran orfebre necesita pasarnos por su fuego para convertirnos en una preciosa joya (Zacarías 13:9). Y no olvidemos tampoco que Dios nunca nos dará algo
más allá de lo que podamos soportar.
Cuando llegue la próxima prueba divina de
estrés, ¿estaremos listas para pasarla? ¿Podremos como José poner la mira en la
promesa y no en el problema? Dios nos
dice:
“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes…planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11).
¿Confiamos en ese Dios? ¿Podemos decir como Job: “Yo sé en
quien he creído”? Si es así, ¡te aseguro que saldremos airosas!
Bendiciones en tu semana,
Wendy
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