Quiero una revolución

El otro día
estaba leyendo sobre uno de mis reyes favoritos, Josafat. No fue perfecto, pero
la Biblia nos dice que estaba “profundamente comprometido con los caminos del
SEÑOR”. Tal fue su compromiso que Josafat hizo una revolución en Judá. Pero no
estoy hablando ahora de una revolución militar, aunque sí participó en varias
campañas de este tipo. Estoy hablando de una revolución espiritual. Lee estos
fragmentos del capítulo 17 de 2 Crónicas:
En el tercer año
de su reinado, Josafat envió a sus funcionarios a enseñar en todas las ciudades
de Judá… Llevaron copias del libro de la
ley del SEÑOR y recorrieron todas las ciudades de Judá, enseñando a la gente… Entonces el temor
del SEÑOR vino sobre todos los reinos vecinos para que ninguno de ellos
quisiera declarar la guerra contra Josafat…Entonces Josafat llegó a ser cada
vez más poderoso y construyó fortalezas y ciudades de almacenamiento en todo el
territorio de Judá. Almacenó numerosas provisiones en las ciudades de Judá y
estableció un ejército de soldados experimentados en Jerusalén.
¿Te percataste de
qué hizo este rey para transformar su país? Enseñar la Palabra de Dios. Ahí fue
donde comenzó el éxito de Josafat.
Muchas veces
queremos una revolución espiritual en nuestra vida, en nuestra familia, incluso
en nuestro país, pero no tomamos las medidas necesarias. Queremos que todo
suceda por “arte de magia”. Y lamentablemente no es así.
Para poder ver el
vaso medio lleno en lugar de medio vacío yo he tenido que tomar medidas con mis
pensamientos. Llenarlos con la Palabra de Dios para que se produzca en ellos
una revolución. Por ejemplo, cuando alguna situación real o algo que tal vez yo
solo esté imaginando, intenta robarme el gozo, hago en mi mente un inventario
de todas las bendiciones que el Señor me ha dado y pienso en este versículo: “El
gozo del Señor es mi fortaleza”. Mi gozo
viene de conocer a Dios, no de mis circunstancias ni de mis pensamientos. Estos
últimos los llevo “cautivos a Cristo” y los revoluciono
con la Palabra de Dios.
Quiero una
revolución espiritual en mi familia. El mundo en que estamos viviendo es
contrario a Dios. De eso no te quede duda. Nuestros hijos son bombardeados
constantemente con mensajes negativos, que desafían lo que Dios dice, que les
llevan a la destrucción física y moral.
¿Cómo revolucionamos eso? Haciendo lo que hizo Josafat. Cuando él llegó
al trono tomó medidas para que su país volviera a buscar a Dios. ¿Qué medidas?
Enseñar a todos la ley de Dios.
Vamos a tomar
esto en serio. No basta con la escuela dominical el domingo, ni siquiera con la
enseñanza que puedan darles a tus hijos si van a una escuela cristiana. La
responsabilidad primaria es nuestra. Tenemos que enseñarles nosotros la Palabra
de Dios y veremos la revolución espiritual. Tal vez tome años, pero recuerda
que la Palabra de Dios no vuelve a él vacía, produce frutos. Conmigo pasó, por
eso lo digo con tanta seguridad. Mis abuelos no se cansaron de llenar mi tanque
diario con Palabra de Dios. No siempre fui obediente pero un día, aquella
labor constante, me llevó a los pies de la cruz.
Este es nuestro
desafío, igual que lo fue para Josafat. Pero es un desafío con promesa, léelo aquí. Comencemos desde hoy nuestra propia revolución. Tenemos por comandante al
Dios de los Ejércitos. Seamos valientes y él nos dará la victoria.
Para ayudarte,
puedes usar esta lista de promesas de Dios que te ayudarán a revolucionar tus
pensamientos. Y en este artículo
encontrarás un poquito más sobre el tema de revolucionar nuestra manera de
pensar.
Vive hoy como
Dios lo diseñó,
Wendy
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