Para alguien muy especial, en su cumpleaños
Hoy es el
cumpleaños de mi mamá y como ando atareada en varias cosas, decidí compartir
con ustedes algo que escribí en su honor hace ya más de un año. Nos encontraremos
de nuevo el lunes. ¡Bendiciones!
Estaba
buscando una foto de mi mamá conmigo en mi niñez para poner en Facebook. Cuando
escogí la que quería me puse a observarla detenidamente y un río de recuerdos
empezó a fluir por mi memoria.
Alguien pidió
el otro día que dijéramos algo por lo que agradecíamos a nuestras madres. La
primera cosa que vino a mi mente fue “sacrificio”. ¡Cuántos sacrificios ha
hecho mi mamá por mí! (¡Y todavía los hace!)
Recuerdo
cuando, cansada del trabajo, salía por la noche a estudiar para poder terminar
la universidad y que así yo tuviera un futuro mejor. Llegaban las vacaciones y
en mi país no teníamos ni remotamente todo lo que hoy disfrutan mis hijos en
los Estados Unidos. Mi mamá casi tenía que meter la casa en las maletas para
irnos a la playa, pero lo hacía con mucho gusto, y sacrificio, porque lo hacía
por mí.
Recuerdo
cuando yo era adolescente y en el día del Amor y la Amistad mi mamá me hacía
tarjetas preciosas, a mano, para recordarme cuánto me quería y qué importante
era yo para su vida. El día de mi boda planchó mi vestido, me peinó, acomodó a
no sé cuántos invitados que venían de lejos, eran años bien difíciles en
nuestro país y escasez sería una gran eufemismo. Pero ella disfrutaba cada
segundo de todo...aunque yo sé que con un tremendo nudo en la garganta porque
eso les pasa a todas las mamás cuando los hijos se casan y se dan cuenta de que
ya vuelan solos.
Mi mamá hizo
“de tripas corazón”, como dicen por ahí, el día en que nos abrazamos en un
aeropuerto, envueltas en un mar de lágrimas, sin saber cuándo nos volveríamos a
ver porque mi esposo y yo nos íbamos del país en busca de nuevos y mejores
horizontes. El dolor apenas la dejaba hablar pero, como en toda mamá verdadera,
el egoísmo no tuvo espacio y todo el tiempo me animó y
abrazó, y me
aseguró que Dios tenía el control de las cosas y todo estaría bien.
No es hasta
que uno crece, y sobre todo hasta que somos mamás, que valoramos realmente a
esa otra mujer en nuestra vida que soportó desvelos, que tal vez dejó de comer
o nos dio lo mejor de su comida, que secó nuestras lágrimas, que nos dio
consejos aunque no los queríamos, que con paciencia nos vio crecer, y aun
cuando pasan los años no deja de vernos como “su bebé” por quien daría todo.
Quise
escribir estas palabras para mi mamá porque, como dice mi abuela, “las flores
se dan en vida”. Y es verdad. Este es el momento. No lo quiero dejar pasar
porque el tiempo no nos pertenece.
Este es mi
tributo sencillo a la mejor mamá que haya podido querer o necesitar jamás. No
es perfecta, también se ha equivocado, arrepentido, ha tomado decisiones que
tal vez hoy no le causan alegría, pero es mi mamá. Un vaso frágil en las manos
de un Dios poderoso que ha hecho grandes cosas en su vida. Que la ha llevado de
la mano incluso en los días más oscuros y que en algún momento de la eternidad
decidió que la usaría para ser la mamá de una niña que hoy es mujer también
imperfecta, con equivocaciones, otro vaso frágil en las manos del mismo Dios.
Juntas hacemos un buen dúo y lo mejor es saber que estaremos juntas por la
eternidad. ¡Feliz día, mami!
Aquí tienes
el enlace a algo que escribí pensando en lo que es ser mamá: Mi cambio más grande
Wendy
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