Lecciones de un fin de semana estresante
—¡Qué raro el
reflejo del sol! ¡Se ve naranja! —le dije a mi esposo, mirando al suelo pero de
espaldas a la puerta de cristal.
—Sí…qué raro,
¿no? —me contestó él casi al salir con los niños para la piscina de la casa
club.
Al poco rato
regresó alarmado.
—El reflejo
naranja es porque hay un enorme incendio, voy a subir al cuarto para ver si
puedo verlo mejor.
Me asomé por la
ventana y vi entonces la enorme columna de humo negro que se alzaba al cielo
con fuerza brutal. Venía de la zona boscosa cerca de nuestra casa. Y sentí un
nudo en el estómago.
Ese día yo estaba
particularmente cansada porque había pasado gran parte del sábado y toda la
noche hasta media mañana del domingo en el hospital con mi abuelita de 96 años.
El diagnóstico no lucía nada bien y, aunque sabemos que ya sus años están
terminando y que le espera una eternidad de gloria con su Jesús, no nos es
fácil la separación.
El libro Una mujer sabia
se lanzaba ese lunes y todavía faltaban detalles por terminar para
el lanzamiento.
El humo comenzó a
cubrir el cielo cada vez más, las sirenas de los bomberos y la policía no
paraban y al poco rato ya las avenidas y calles principales de nuestro
vecindario estaban cerradas. No se sabía si nos evacuarían o no, pero teníamos
que prepararnos.
Te confieso que el
estrés comenzó a hacerse sentir en mí. Mil cosas me pasaron por la mente. ¿Y si
perdemos todo? ¿Y si mi abuela no llega a mañana? ¿Y si no puedo terminar lo
que falta para el lanzamiento que ya está anunciado? Y encima de todo, nuestro
viaje de celebración por los 20 años de casados era ese mismo jueves y sabía que
si lo cancelaba, perderíamos todo lo que ya estaba pagado.
Los niños estaban
visiblemente asustados. Mi hijo de siete años corrió a mis abrazos llorando. El
espectáculo que sus ojos contemplaban justificaba su temor. Mi hija, mujer al
fin, comenzó a recoger sus cosas más queridas e importantes.
Y yo… yo no sabía
por dónde comenzar.
La noche empezó a
caer y las casas más cercanas a las nuestras quedaron a oscuras porque les
quitaron la electricidad a manera preventiva. La policía decía algo por el
altavoz que yo no lograba entender a la distancia y con las ventanas cerradas
para que el humo no entrara.
Por fin decidí
recoger los documentos más importantes, algunos álbumes de fotos, y recuerdos.
La realidad es que no tenía cabeza para más. Sentía que todo daba vueltas, como
un enorme torbellino. ¡El estrés es cosa seria!
Llegó la hora de
dormir pero la agitación no nos dejaba. Ya sabíamos que por ahora no había evacuación.
Nos arrodillamos junto a mi cama y oramos, clamamos a Dios por protección y
misericordia. Clamamos por los bomberos, por los vecinos; rogamos por lluvia y
por la paz del Señor en nuestros corazones.
Mi hija me hizo
una pregunta que ya había pasado por mi mente: “Mami, ¿y si el Señor quiere que
pasemos por esta prueba?” Sus ojos humedecidos buscaban en mí una respuesta
sabia. Y ¿sabes, mi querida lectora?, yo no podía decirle “no, Dios no quiere
eso”. Porque la realidad es que nadie lo sabe. Las pruebas sí vienen a nuestra
vida, y cada una puede lucir diferente. Pero lo que sí le dije a mi hija fue
esto: “Nuestras vidas están en manos de Dios, Dani. Él no nos abandona aunque
todo se vea tan oscuro como esta noche o como el humo. Tenemos que confiar.”
Después seguí
pensando que de ese día tan estresante saqué varias lecciones y con eso quiero
terminar hoy.
- Los momentos de estrés, de cosas inesperadas, son momentos que prueban si realmente confiamos en Dios o no. Puede que sintamos temor, puede que nos asustemos, pero esos son los momentos para saber de verdad en quién hemos creído.
- Es bueno tener todo lo importante de la familia en un lugar, que todos en la casa sepan, para en caso de emergencia estar listos. Y con esto me refiero sobre todo a documentos y cosas importantes.
- Cuando atravesemos por situaciones difíciles tendremos la oportunidad inigualable de mostrar a nuestros hijos que la oración es el primer y mejor recurso con que contamos.
- La manera en que como madres y esposas reaccionemos tendrá un gran peso en cómo nuestra familia sobrelleva las tempestades.
El incendio
continuó, se expandió, y al día siguiente tuvimos que irnos a dormir a casa de
mi mamá
porque el humo y su olor ya se hacían insoportables. Seguimos orando
por lluvia.
El martes en la
mañana, luego de dejar a mi hijo en la escuela, regresé a la casa para ver la
situación y contarle a mi esposo que iba de camino a su trabajo. ¡Todo estaba
mojado! ¡Había llovido! Y llovió durante ese día y los siguientes. Dios hizo el
milagro. Poco a poco el incendio se fue apagando.
Mi abuela salió
del hospital y aunque sus días solo Dios los sabe, está sonriente y contenta en
su casa.
Y "Una mujer sabia
” vio la luz, el día en que estaba programado, para la gloria de Dios.
Sí, fue un fin de
semana muy estresante, si me das a escoger, no quisiera vivirlo de nuevo. Sin
embargo, vale la pena recordar las palabras de Santiago: “Amados hermanos,
cuando tengan que enfrentar cualquier tipo de problemas, considérenlo como un
tiempo para alegrarse mucho porque ustedes saben que, siempre que se pone a
prueba la fe, la constancia tiene una oportunidad para desarrollarse. Así que
dejen que crezca, pues una vez que su constancia se haya desarrollado
plenamente, serán perfectos y completos, y no les faltará nada” (Santiago 1: 2-4).
Muchas
bendiciones en tu fin de semana,
Wendy
Comentarios
Publicar un comentario