Confesiones
Hace un tiempo estuve en una de esas fiestas que hacemos para honrar a futuras mamás. En Norteamérica
las llaman “baby shower” y la idea es agasajar a la mamá y al bebé con regalos.
En esta fiesta en particular le regalamos también a la mamá consejos. Sí, algunas
de las otras mamás presentes les dimos pequeños consejos en base a nuestras
experiencias.
Pero hoy quiero
hablar de algo que empieza con la misma sílaba “con”, pero no son consejos sino
confesiones. Creo que todas
estaríamos de acuerdo con que es más fácil aconsejar que confesar, ¿no es
cierto? Es difícil confesar errores, frustraciones, mentiras, sentimientos de
incapacidad, etc.
La maternidad
viene cargada de muchas cosas bellas e incomparables, pero también implica
grandes renuncias. Confesemos. Al ser
mamá tenemos que cambiar nuestro estilo de vida. Ya no podemos pasar tanto
tiempo con nuestras amigas como lo hacíamos antes. El presupuesto cambia pues
donde decía “para mí, para mí y para mí”, ahora tiene que decir: “pañales,
fórmula, ropa, zapatos…etc.”. Y la lista crece según crecen los hijos,
créemelo. Es muy probable que tu pasatiempo favorito (leer, ver películas, ir
de compras, dormir…o lo que sea), ahora es más bien historia.
Confesemos que a
nadie le gusta despertarse en medio de la noche para cambiar un pañal sucio ni
para dar medicinas. ¿Qué decir de cuando estás súper cansada y preferirías irte
derecho a dormir pero no puedes porque un par (o más) de ojitos alegres te
recuerdan que tienes que preparar la cena?
Confieso que para
mí una de las peores cosas ha sido aceptar el hecho de que “mi tiempo” ya no es
completamente mío. Está repartido entre otras personas, especialmente dos que
todavía dependen mucho de mí. Mis dos hijos.
Bueno ¿y por qué
estoy en esto de las confesiones? Sencillo. Me doy cuenta de que la gran
mayoría de las mamás experimentamos en un momento u otro sentimientos de culpa.
Creemos que por tener estos pensamientos somos las peores mamás del mundo y
cuestionamos nuestra capacidad para cumplir con tan honroso pero exigente llamado.
Somos demasiado duras con nosotras mismas y preferiríamos cualquier otra cosa antes
de confesar que al ser mamá tuvimos que renunciar a cosas que hasta cierto
punto nos duelen.
Permíteme darte
un poco de ánimo. Ese dolor de la renuncia es un dolor bueno. ¿Sabes por qué?
Porque como dicen en inglés: “sin dolor no hay ganancia”. El dolor de la
renuncia nos enseña una lección de entrega y de falta de egoísmo como ninguna
otra cosa.
La segunda cosa
que quiero que recuerdes es que no somos, ni podemos ser, súper mujeres ¡y mucho menos súper
mamás! A veces nos frustramos. Otras nos equivocamos. Nos cansamos. Y todo eso
es normal. ¿Y sabes algo? Es bueno “confesarnos”. Hacerlo con Dios porque él,
como Padre perfecto que experimentó al máximo el dolor de la renuncia al enviar
a Jesús, sabe muy bien cómo nos sentimos.
Y también confesarlo a alguna o
algunas amigas con quienes nos sintamos cómodas y quienes puedan entender y
sobre todo, exhortarnos. Desahogarnos con alguien alivia la carga y es muy
probable que descubras que no estás sola, que alguien más está pasando o ha
pasado por lo mismo que tú. Esa ha sido mi experiencia. Te lo confieso.
Muchas bendiciones en este fin de semana,
Wendy
Acabas de leer "Confesiones", ¡te invito a dejar tu comentario!
Así es hermana, es bueno confesar nuestro sentir y emociones pero mas en la presencia de Dios por que ahí encontramos el alivio, las fuerzas y al paz. Bendiciones!!! ;)
ResponderEliminar¡Igual para ti!
Eliminarexcelente la verdad que se pasa por esto y no sabemos que somos parte de algo que solo como mamás podemos experimentar
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Vanesa.
EliminarHermoso... Me gustaría obtener una copia. Dios la bendiga mas
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