La marca de Caín
Este año
decidí que volvería a leer la Biblia completa, siguiendo el plan que es parte
del libro de lecturas diarias que estoy usando (A los pies del Maestro, con extractos de lo mejor de Charles
Spurgeon). El plan comenzó por Mateo y
ahora estoy en Génesis.
Fue en uno
de los primeros capítulos que me encontré con este versículo que, si estás
familiarizada con el texto, de seguro has leído antes:
«…Entonces el Señor le puso una marca a Caín como advertencia para cualquiera que intentara matarlo» (Génesis 4:15 NTV, cursivas de la autora).
A lo largo
de la historia del cristianismo muchos han tratado de explicar cuál fue esa
marca. Las posibles respuestas varían mucho, pero son pura especulación porque
la Biblia no dice nada al respecto. No obstante, en lo que todos concuerdan es
que sin dudas era algo distintivo y que de manera muy clara revelaba el
mensaje: “¡Advertencia, intocable! Firmado, Dios”. Por supuesto, esto es dando
alas a la imaginación, pero algo así era lo que transmitía dicha marca.
De modo
que no pretendo con este artículo plantear algo que ni siquiera los eruditos bíblicos
han podido discernir. Hoy quiero hacerte pensar en otro ángulo de “la marca de
Caín”. Por si no recuerdas o no conoces la historia completa, puedes leerla
haciendo clic aquí.
El
resultado del terrible acto de Caín, asesinar a su hermano Abel, trajo el
castigo de Dios. Fue expulsado de su entorno. Antes era agricultor, pero ahora
la tierra le negaría el fruto a pesar de su esfuerzo (v. 12). Y, lo peor, también
quedaba fuera de la presencia de Dios (v. 14). ¡No creo que haya castigo que
supere esto último!
Abatido
ante tal realidad, Caín sintió miedo, miedo de que alguien cobrara venganza. Y
es entonces que Dios le pone la tan debatida marca. ¿Por qué lo hizo? ¡Por gracia
y misericordia! Dios tuvo misericordia de Caín, él se merecía el castigo. Dios
le mostró gracia porque no meritaba su protección. Fue por eso que puso
en él aquella señal. Una señal de gracia y misericordia. ¿Lo habías pensado
alguna vez?
No puedo
recordar cuántas veces he leído este pasaje, ni los debates que he escuchado acerca
de la marca de Caín, pero lo que sí recuerdo claramente es que nunca antes la
había visto de esta manera. La marca de Caín es una marca de misericordia y de
gracia.
Dios marca
a los suyos. Lo ha hecho a lo largo de la historia. ¿Recuerdas la noche fatal
en Egipto cuando murieron los primogénitos de la nación? ¡Pero no los de
Israel! ¿Cómo se libraron? Con la marca de la sangre de un cordero sobre los
dinteles de las puertas.
Los que
hemos creído en Cristo llevamos su sello también, el Espíritu Santo, hasta el
día de la redención (Efesios 4:30). Esa marca también fue adquirida mediante
sangre, la del Cordero, la de Jesús. Y le dice al enemigo de nuestra alma “¡intocable!”.
Las tres
marcas tienen algo en común: la gracia y misericordia de Dios.
Mi querida
lectora, aunque no la veamos, llevamos una marca que nos distingue, que nos
separa y que debe recordarnos que nada de lo que tenemos y somos es por mérito
propio. Sí, tal vez no hayamos matado a alguien, como lo hizo Caín, pero Dios
lo dice claro: ¡todos hemos pecado y no tenemos derecho a participar de su
gloria! SIN EMBARGO, por su gracia y misericordia, hemos encontrado salvación,
esperanza, perdón, vida eterna. De no haber sido así, estaríamos como Caín,
vagando y fuera de la presencia de Dios para siempre.
¿Sabes qué
es todavía más asombroso? Que esa misericordia se renueva cada día para ti y
para mí (Lamentaciones 3:23). La marca no se destiñe, no se borra y no depende de nosotras ni de
nuestro comportamiento. Es la marca indeleble de Dios. Nada podemos hacer para ganárnosla tampoco. ¡A Él sea la gloria!
Y, claro,
no puedo dejar de preguntarte, ¿llevas la marca? Solo los que se arrepienten de
sus pecados, claman a Dios por perdón mediante su hijo Jesús pueden tenerla.
¡Hoy tienes la oportunidad! En una
época de tatuajes y otras marcas, todas perecederas, ¡deja que Dios ponga la
suya en ti!
Bendiciones,
Wendy
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Buenisimooo
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