Construye un altar
No debe
ser nada fácil que Dios te diga: “Empaca todo, incluyendo a la familia, y
salgan a donde yo los llevaré”. En esa declaración falta un detalle súper
importante… ¡el destino! Cuando Dios le dio esta orden a Abraham no le brindó
detalles. No le dijo dónde se encontraba el nuevo lugar al que marchaban; solo
le dio un mandato, y una promesa. Y Abram, ese era su nombre en aquel momento,
obedeció.
Hace unos
días estuve releyendo Génesis y por supuesto, la historia de esta familia.
Realmente tendríamos mucha tela por dónde cortar aquí, y sin dudas, material
para una novela o película. Ninguno de ellos fue perfecto, ¡al contrario! Sin
embargo, vale recordar las palabras de Pablo en Romanos:
«Tales cosas se escribieron hace tiempo en las Escrituras para que nos sirvan de enseñanza. Y las Escrituras nos dan esperanza y ánimo mientras esperamos con paciencia hasta que se cumplan las promesas de Dios» (15:4).
Uno de los
propósitos de Dios al conservar el Antiguo Testamento para nosotros es justo
ese, que aprendamos de lo que otros vivieron antes.
Así que,
¿por qué titulé este artículo «Construye un altar» y qué tiene que ver Abraham
con todo esto? Ya verás que mucho.
Me dediqué
a marcar en mi Biblia todas las veces donde se menciona que Abraham construyó
un altar y adoró a Dios. ¡Fueron varias! En los momentos grandes de su vida,
Abraham edificaba un altar para adorar a Dios, y como memoria de lo que Dios
había dicho o hecho.
Evidentemente
la familia estaba presente, vieron esta práctica del anciano líder y la
imitaron. Lo hizo Isaac, lo hizo Jacob también. Y así sucesivamente.
Ahora bien,
¿qué es un altar? Dice el diccionario bíblico de Easton que es una estructura,
por lo general de piedra, donde se ofrecen sacrificios. Evidentemente, los que
hemos creído en Jesús no necesitamos hacer un altar ni ofrecer sacrificios
porque ya Cristo ocupó ese lugar y lo hizo de una vez y para siempre.
¿Qué
significa entonces para nosotros, ahora, construir un altar? En mi opinión, implica
que donde estemos hagamos un lugar de adoración, que nuestra vida sea un
sacrificio vivo a Dios que se ofrezca por entero a él (Romanos 12:1), y que la
práctica de adorar no sea algo que limitamos al domingo sino nuestro estilo de
vida.
Dios tuvo una
relación especial con Abraham, tanto así que él le llamó «mi amigo». Creo que
esa relación creció en gran manera porque Abraham fue un adorador, alguien que,
con sus fallas y limitaciones humanas, vivió para adorar y amar a su Dios.
¿Cómo lo podemos afirmar? ¡Ni siquiera la negó su hijo! Él sabía en quién había
creído. Abraham edificaba un altar porque esa era su manera de decirle a Dios:
¡tú eres lo primero para mí!
Quiero
aprender esto de Abraham, quiero vivir «edificando un altar» cada día. No con piedras, no solo
de palabras, no solo con canciones, sino con la rendición de mi vida. Abraham
murió en buena vejez, fue bendecido por Dios sobremanera, y se convirtió en un símbolo de la justificación por la fe. Y todo comenzó por un sí y un acto de
adoración.
¿Le
imitaremos?
Vivamos con Dios lo diseñó,
Wendy
Acabas de leer "Construye un altar", ¡te invito a dejar tu comentario!
Apreciada Wendy, muchas gracias por tus enseñanzas, son profundas para mi vida, y cuánto bien nos hacen, pido al Señor que te siga dando esta capacidad.
ResponderEliminarAche Uri
Oh hna. Wendy muchas gracias por compartir la Palabra!... bendiciones
ResponderEliminarGracias Wendy por la preciosa reflexión. Es tiempo de rendir nuestras vidas a Dios como una ofrenda por todo su Amor y fidelidad que nos da día a día.
ResponderEliminar