El descanso que tanto anhelamos
La semana
pasada compartí algo que habló a mi vida mientras leía el tan conocido Salmo
23, y comenté que tal vez sería buena idea explorarlo completo. ¡Pues me animé
a hacerlo! En ese primer artículo hablamos del versículo 1 y hoy hablaremos del
versículo 2, porque creo que todas anhelamos un lugar de descanso.
“En verdes prados me deja descansar; me conduce junto a arroyos tranquilos” (Salmos 23:2, NTV).
Cuando
David escribió este salmo lo hizo desde su corazón de pastor, alguien que conoce
muy bien el valor que tiene para la oveja un prado verde y fresco. Es sinónimo
de alimento y descanso. Es llegar al lugar donde se renuevan las fuerzas.
Si leíste
el artículo de la semana pasada seguro recordarás que Jesús se llamó a sí mismo
“el buen pastor”; por tanto, como todo buen pastor, él cuida de sus ovejas y
las lleva al mejor lugar, al lugar de reposo. ¿Y sabes a qué lugar nos lleva? ¡A
sí mismo! El Buen Pastor nos dice: «Vengan a mí todos los que están cansados y
llevan cargas pesadas, y yo les daré
descanso» (Mt 11:28, énfasis de la autora).
Sé muy
bien lo que es anhelar reposo, vacaciones, tranquilidad, silencio, ¡un prado
verde! Pero también sé que cuando se trata del alma, los lugares físicos no son
la solución real. El descanso que tanto apetecemos se encuentra en alguien, no
en algo. Por eso también Jesús nos dice que él es el Buen Pastor, porque él nos
da el reposo deseado, el descanso del alma. Y es un descanso que está reservado
para los que creen él, descanso que culminará cuando para siempre vivamos en su
presencia. Hebreos 4 nos habla mucho más del tema y nos indica que el descanso
es Cristo mismo.
Tú y yo, como hijas de Dios, aunque experimentaremos muchas veces cansancio físico en la vida terrenal,
tenemos la promesa de descanso eterno, pero también de descanso mientras
estamos aquí, lidiando con este mundo caído. Jesús nos invita a venir a él, a
soltar nuestras cargas… ¡a renovarnos en el prado de su presencia y cuidado!
Donde yo
vivo, en el sur de Florida, no abundan los arroyos. Sí tenemos muchos canales y
mar, por supuesto, pero los ríos son muy escasos. Sin embargo, hace unos meses
estuve en un campamento ubicado en el estado de Nueva York. Un lugar hermoso,
entre montañas y bosques, y junto a un precioso río. Era el mes de junio, pero
allí todavía el verano no se hacía sentir, y el agua del río estaba helada. No
obstante, me quité los zapatos y caminé un poco por la orilla. El agua refrescó
mis pies… ¡bastante! Pero lo que más disfruté fue escuchar el sonido tranquilo
de la corriente. Música para el alma.
Un buen
pastor no solo lleva a las ovejas al prado para alimentarlas, sino que busca
para ellas fuentes de aguas donde calmar su sed y refrescarse. Tal vez
recuerdes la historia de aquella mujer que sedienta llegó al pozo bajo el sol
del mediodía (Juan 4). Llegó con un cántaro vacío y se fue con un corazón
lleno. ¿Por qué? Porque había encontrado la fuente de agua que no se agota ni
se seca, ¡el agua de vida! ¡Jesús!
Cuando
David, el pastor de ovejas, escribió este Salmo, tal vez sin saberlo, estaba
apuntando al Buen Pastor que un día vendría para calmar la sed de reposo, de
paz, de esperanza, de salvación.
Mi querida
lectora, ¿estás sedienta hoy? ¿Está tu corazón buscando dónde calmar la sed?
Tal vez has probado muchas aguas diferentes y todavía no te sacias. ¡El Buen
Pastor te invita! Bebe del agua que él ofrece, y verás la diferencia. Mira
su promesa: «pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás.
Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y
les da vida eterna» (Juan 4:14).
A veces,
incluso luego de llevar años caminando en el Evangelio, seguimos tratando de
buscar descanso y de calmar la sed en algo más que Cristo. ¿El resultado? Vidas
agotadas, insatisfechas, sedientas. ¡Pero puede ser diferente! Jesús, el Buen
Pastor, dio su vida por ti y por mí, ovejas perdidas, para que hoy tengamos
acceso al más verde de los prados y la más fresca de las aguas, ¿por qué conformarnos
con imitaciones baratas, por qué seguir buscando?
El Salmo
23 no es solo un lindo poema para repetir en momentos tristes. Sí, es un poema,
y es hermoso, pero es Palabra de vida que nos recuerda quién es el Pastor y lo
que él ha hecho por sus ovejas. Cuando nuevamente te sientas cansada o
sedienta, no lo olvides, corre al Buen Pastor, te pastoreará en su prado y calmará
tu sed.
¡Vivamos como Dios lo diseñó!
Muchas gracias, palabras de aliento que necesitaba mi corazón en estos momentos. Bendiciones.
ResponderEliminarAmén!! Bellas palabras de vida reconfortan y animan, pastos verdes, aguas tranquilas que apacientan el alma y la llevan a descansar en El porque con él la carga es ligera y el alma descansa. Gracias Wendy por recordármelo. 🙏🏻❤️
ResponderEliminarSiempre es grato descansar en la palabra de Dios, profunda y verdadera, renueva y alienta. Gracias por ser usada para renovar mi vida. Abrazos
ResponderEliminarMuchas gracias por darnos una nueva y refrescante perspectiva de este pasaje. Bendiciones!
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